jueves, 2 de abril de 2015

6 de junio de 2015

Definitivamente mi familia no es lo que era, somos como un puzle que se ha caído de la mesa y como faltan piezas es imposible recomponerlo. Tengo que asimilarlo, ya no formamos un dibujo perfecto, cada trocito ahora forma parte de otra cosa.
La vuelta al trabajo está resultando tediosa y fastidiosa, he intentado que todo me resulte nuevo como me explicaste y no lo consigo. Yo no tengo la consciencia de que me voy a morir, más bien es como si me quedaran aún doscientos años por vivir e hiciera doscientos años que he nacido, todo es demasiado lento para mi gusto.
Este fin de semana viajaré a Sevilla por trabajo, como me acompaña Miguel seguro que nos lo pasamos bien. Sigo sin dormir por las noches, aún son muchas las mañanas que amanezco en el sofá con los zapatos puestos, es posible que necesite un psicólogo o loquero en breve.
Se me ha estropeado el portátil, te estoy escribiendo desde el trabajo, cosa que no me gusta hacer, así que si tardo un tiempo en contestar no te preocupes.
Luis

P.D.  Los conserjes siempre han sido tipos raros y oscuros, no te fíes

21 de mayo de 2015

Anoche al irme a dormir tuve un pensamiento, me quedaba un día menos de vida, era una verdad irrefutable. Al despertarme el mismo pensamiento volvió a aparecer. En esta ocasión de forma mucho más lúcida me ha llenado de vitalidad, no pensaba seguir sufriendo por cosas absurdas que iban apareciendo en mi cabeza de pura rutina y aburrimiento, incluso tú en ese momento me has parecido de lo más insignificante. He decidido de forma consciente y voluntaria hacerlo todo de forma más lenta, por el simple placer de disfrutar más de las cosas.

Me he duchado lentamente, he sentido el agua caliente resbalar por mi cabeza y llegar hasta mis pies, he desayunado en silencio para estar receptiva a cualquier sonido que me llegara e incluso me he dado cuenta de mis propios pensamientos, intentando averiguar cuál era su origen y he descubierto tranquilamente que no tenía ni idea, y te puedo confesar sin rubor que la mayoría son involuntarios, como si un personaje absurdo que mediante lógicas interpretaciones pretendiera que yo me tragara su propio cuento, por lo menos ahora sé que no soy yo, porque si lo fuera no sería capaz de escucharlo, me he permitido incluso el lujo de interrogarle y me ha confesado que él no sabe nada, que su función es intentar dar coherencia a mi propio caos personal, cosa que me ha parecido de lo más graciosa.

El resto de la jornada ha transcurrido de forma fantástica, todo era como diferente y novedoso, incluso he encontrado atractivo al conserje, llevo años saludándole y nunca me había percatado.

Ana

P.D. seguiré escribiéndote, tengo que cuidar a mi único lector



27 de abril de 2015

Mi adorada Ana, no sé porque no te contesté, a veces es la simple pereza de sentarme y plasmar en un papel todo lo que siento. Te acompaño cuando despiertas y cuando te vas a dormir, al igual que en otros muchos momentos del día, cuando saboreas tu café o cuando escuchas una canción.

Esta mañana estaba paseando por el centro y de repente me sobresalté, una figura que parecía la tuya se cruzó en mi camino, tú mismo pelo y tu manera de caminar, pero se dio la vuelta y no tenía lo más importante, le faltaba tu sonrisa. No sé si sentí decepción o alivio, ya sabes como soy, sigo nadando en un mar de dudas.

Pronto viajaré a Alemania, tengo asuntos familiares que resolver. Ya sabes cómo son, no te cuentan nada si no viajas. Aprovecharé y me lo tomaré como unas vacaciones y así desconectaré un poco de mis propios asuntos. Si te he de ser sincero yo tampoco entiendo a la gente, lo único que les interesa es ser el foco de atención y si no se la prestas se lo toman como algo personal. Llevo muy mal eso de las apariencias y eso me trae algunos problemas, tu bien lo sabes.

Me suena el móvil, tengo que dejarte.

Luis
P.D. Hay días que se me olvida mirar el buzón, son los días que no duermo bien, no dejes de escribirme.




2 de marzo de 2015

Hoy he despertado de forma espontánea en mitad de la noche, el silencio era absoluto, sólo el latido de mi corazón parecía estar fuera de lugar. Una suave brisa entraba por un resquicio de la ventana como avisándome de que me encontraba sola en un inconmensurable espacio. Esta es la segunda carta que te escribo por primera vez, recordándome que no he recibido respuesta. Reconozco que me  inquieta no saber, es la misma inquietud que me produce el espacio que me sostiene, el espacio que me separa y sin el cual ni tu ni yo existiríamos.

Ayer estuve en la playa, me acompañó Irene, ya sabes cómo es, tiene una capacidad asombrosa para prestar atención a los detalles y es capaz de saltar de uno a otro olvidando el anterior por completo. No necesita nada, baila de instante en instante y siempre está muy ocupada, creo que ni siquiera se ha parado a darse cuenta del vacío, me encanta observarla, igual que el espacio escucha el latido de mi corazón sin inmutarse.

Este último mes he estado ocupada con actividades cotidianas, muchas obligaciones impuestas de esas que hacemos para satisfacer la demanda de los demás y que poco tienen que ver conmigo misma. A veces me pregunto si la gente es consciente de que la mayoría de cosas que hace o dice no tiene ningún sentido.

Cómo ves hay cierta melancolía en mis palabras, posiblemente porque no sé nada de ti o quizás sea simplemente porque no soy capaz de relajarme y sentirme cómoda en el momento presente que es la única verdad que me acompaña.

Ana